martes, 24 de abril de 2018


ESTAMOS ‘CONGESTIONADOS’



La congestión del tráfico es uno de los principales problemas a los que se enfrentan las grandes ciudades. Esto supone numerosos costes de tiempo pero también un impacto cada vez mayor sobre los niveles de contaminación urbanos con negativas consecuencias para la salud de quienes habitan en ellos.
Los costes privados de circular por una calle están por debajo de su coste social y esta brecha se amplía a medida que el número de usuarios aumenta. Esto genera externalidades negativas -congestión o contaminación- que afectan a terceros sin su consentimiento.
Para detener esa situación, los gobiernos municipales, regionales y nacionales han usado numerosas medidas como los subsidios al transporte público, la concesión de incentivos para que los coches privados lleven más de un pasajero, la fijación de días alternos de circulación para las matrículas pares e impares,…
Por desgracia esto carece de eficiencia ya que por ejemplo el conductor de un vehículo de matrícula par no puede hacerlo si ese día toca conducir a los impares o cabría establecer la hipótesis extrema de que todos los coches impares generasen más polución que los pares o el cierre de la Gran Vía al tráfico rodado deriva la demanda hacia otras zonas reproduciendo congestiones que se extienden al conjunto del sistema de transporte.
La congestión es la consecuencia de la existencia de una oferta de infraestructura cuyo uso es gratuito, lo que se traduce en un aumento exponencial de la demanda.
Es posible evitar este problema cargando un precio más alto para quienes circulen en horas punta que para quienes lo hagan en otros momentos, también lo es aplicar peajes cambiantes de acuerdo no sólo con el horario del transporte, sino de los lugares a los que se dirige.

CONCLUSIÓN

En mi opinión la imposición de este tipo de ipuestos reduciria la contaminación ya que la gente se pensaría usar tanto el coche siempre con la intención de no gastar mucho dinero.



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