ESTAMOS ‘CONGESTIONADOS’
La congestión del tráfico
es uno de los principales problemas a los que se enfrentan las grandes
ciudades. Esto supone numerosos costes de tiempo pero también un impacto cada
vez mayor sobre los niveles de contaminación urbanos con negativas
consecuencias para la salud de quienes habitan en ellos.
Los costes privados de
circular por una calle están por debajo de su coste social y esta brecha se
amplía a medida que el número de usuarios aumenta. Esto genera externalidades
negativas -congestión o contaminación- que afectan a terceros sin su consentimiento.
Para detener esa
situación, los gobiernos municipales, regionales y nacionales han usado
numerosas medidas como los subsidios al transporte público, la concesión de
incentivos para que los coches privados lleven más de un pasajero, la fijación
de días alternos de circulación para las matrículas pares e impares,…
Por desgracia esto carece
de eficiencia ya que por ejemplo el conductor de un vehículo de matrícula par
no puede hacerlo si ese día toca conducir a los impares o cabría establecer la
hipótesis extrema de que todos los coches impares generasen más polución que
los pares o el cierre de la Gran Vía al tráfico rodado deriva la demanda hacia
otras zonas reproduciendo congestiones que se extienden al conjunto del sistema
de transporte.
La congestión es la
consecuencia de la existencia de una oferta de infraestructura cuyo uso es
gratuito, lo que se traduce en un aumento exponencial de la demanda.
Es posible evitar este
problema cargando un precio más alto para quienes circulen en horas punta que
para quienes lo hagan en otros momentos, también lo es aplicar peajes
cambiantes de acuerdo no sólo con el horario del transporte, sino de los
lugares a los que se dirige.
CONCLUSIÓN
En mi opinión la imposición
de este tipo de ipuestos reduciria la contaminación ya que la gente se pensaría
usar tanto el coche siempre con la intención de no gastar mucho dinero.
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